Cauces locales del agua en tiempos de escasez y despilfarro
22 de agosto de 2023
M
áximo Gómez dijo en el siglo XIX que los mejores generales
con que contaba para combatir al ejército español en la manigua eran junio, julio y agosto. Estos tres meses de intenso calor y altos índices de humedad relativa, acompañados del aumento de las enfermedades infecciosas de transmisión por vectores y del deterioro de las fuentes de agua potable natural, ponen a prueba la desmejorada infraestructura nacional y local dedicada a gestionar los suministros y tratamientos del agua dirigida al sector industrial y domiciliario.
En anteriores trabajos, hemos comentado cómo este ciclo de sequía, acompañado de algunas inundaciones esporádicas que ha estado experimentando el país en los últimos años, afecta especialmente la producción de alimentos cultivados en el campo cubano, donde muchas de las fuentes de abasto se encontraban agotadas por el uso indiscriminado y la falta de infraestructura apropiada para su conservación y distribución. Con el calor y la luz intensa de estos meses aumenta la evaporación en canales y tanques abiertos, así como la proliferación de vegetación parásita e insectos de toda clase en manantiales y estanques utilizados para la economía agropecuaria y el consumo doméstico.
Paradójicamente, en las ciudades, el pésimo estado de mantenimiento de las redes hidrotécnicas que abastecen las comunidades residenciales provoca que existan una incontable cantidad de salideros y depósitos de aguas residuales en los espacios públicos, por donde se pierden millones de litros al año en el contexto nacional, sin que las autoridades responsables sean capaces de proveer soluciones adecuadas para resolver los problemas de la red.
En las comunidades de nuestro municipio la escasez de agua se ha convertido en parte de la vida cotidiana de las personas, quienes han creado mecanismos de adaptación a tan serio problema. Por supuesto, las malas prácticas y la indolencia se manifiestan en todo su esplendor en aquellos barrios más golpeados por la crisis, que, a la misma vez, son las comunidades marginalizadas, con peores índices de bienestar social y una larga lista de comportamientos negativos asociados con la marginalidad.
M
Hace poco, cerca de la comunidad de San Lázaro —la cual es un ejemplo muy ilustrativo de comunidad marginal en el municipio— se averió una válvula de presión en la tubería conductora de agua potable ubicada encima de un puente que cruza uno de los ríos que desembocan en la bahía por esa zona de la ciudad. Por inverosímil que parezca, habitantes de la zona comenzaron a afluir durante varios días a tomar baños en dicha válvula y a acopiar el agua en bidones debido a la escasez que experimentan desde hace meses en sus viviendas, poniendo en riesgo sus vidas y las de sus hijos, pues este lugar está situado en la carretera de mayor tránsito de vehículos que salen de la ciudad.
Lo paradójico es que, con la escasez que hay, coexiste mucho despilfarro en otras comunidades donde los salideros dilapidan miles de litros al día que van a dar a cañadas y canales, perdiéndose para el consumo local.
Estos salideros existen, en muchos casos, desde que los residentes del lugar tienen memoria. La empresa estatal de Acueducto y Alcantarillado, responsable del mantenimiento de estas redes de abasto, pareciera estar al margen de la situación y ni siquiera se molesta en dar respuestas a los reclamos de la ciudadanía, quienes no encuentran solución para este problema.
El trato indiscriminado de los cauces de agua naturales que atraviesan la ciudad, convertidos en vertederos de cuantos residuos sólidos y químicos se pueda imaginar, tampoco ayuda a la creciente crisis de oferta, pues los residentes de las cercanías de estos ríos y arroyos no pueden hacer uso del recurso si está contaminado o se emplea para actividades ilegales, como bañar animales de trabajo, cosa que ocurre con frecuencia.
Por la otra parte de la red, aquella por la que se evacúan las aguas grises y negras, la situación no está mejor. Diríase que mucho peor, si se toma en cuenta el estado de deterioro de alcantarillas y tragantes en las comunidades que tienen el lujo de poseer alcantarillado, y la peligrosa situación higiénica de aquellas que no lo tienen. El testimonio gráfico no deja lugar a dudas.
Los depósitos, salideros y canales de aguas albañales al descubierto en los espacios comunitarios donde residen las personas y juegan niños pequeños todos los días son un problema crónico en muchos barrios humildes que nunca han visto un vehículo técnico pasar por sus cercanías a destupir caños y fosas que con las lluvias se inundan y entran hasta los cuartos de las viviendas, contaminando todo a su paso.
El agua es el líquido vital de nuestra civilización. Sin ella, las comunidades descienden rápidamente al caos y al subdesarrollo. El abasto regular de agua de calidad debe ser, tal vez, la principal prioridad de cualquier administración gubernamental que en realidad desee una mejor calidad de vida para sus ciudadanos y quiera darles oportunidades para superar los lastres del subdesarrollo. Sin inversiones y mantenimiento frecuente las redes hidrotécnicas se deterioran y colapsan, dejando fuera de su cobertura a vastos sectores de la población, sobre todo en áreas densamente pobladas como los centros urbanos y los repartos residenciales.
El acceso al agua de calidad es una condición indispensable para el desarrollo y crecimiento del sector privado pequeño y mediano de la economía. Es inconcebible una nación moderna que no haya resuelto el problema del abasto de agua a su ciudadanía en la tercera década del siglo XXI. Parte de la responsabilidad recae en el soberano, que ha pactado tácitamente con un régimen en decadencia, el cual no tiene nada nuevo que ofrecer a la nación, además de una fútil resistencia obcecada al cambio y a la superación del Estado totalitario.