columna de la semana pasada, la situación de Cuba no solo es un vertiginoso e impredecible cambio en la estructura legal, sino que viene acompañada de una sucesión de infortunios naturales, económicos y estructurales que agravan la situación del país. Las medidas tomadas por el régimen no han sido de mucha ayuda y han puesto en una situación de mayor precariedad a la población.
Una de estas medidas que llama más la atención es aquella que se reporta en medios como El Toque donde se abre, por primera vez, la posibilidad de vender Moneda Libremente Convertible (MLC) a los privados y a la ciudadanía. Esta medida cae justo cuando el Consejo de Estado aprueba una ampliación del plazo para convertir el moribundo CUC a CUP por otros 90 días, es decir que hasta mediados de septiembre, las personas que aún posean esta moneda podrán convertirla a pesos cubanos (CUP).
El problema de estas dos medidas es que el respaldo de estas monedas depende en su mayoría de la reserva de divisas con las que cuenta el Gobierno cubano. Esta es una jugada arriesgada, dado el panorama político y económico internacional, y su éxito dependerá en gran medida de los alcances del segundo deshielo que ha puesto en marcha la presidencia de Joe Biden en Estados Unidos. Ambas medidas son maneras en las que el Gobierno recauda divisa extranjera del turismo, de las remesas y de las exportaciones de bienes y servicios.
Esta medida viene acompañada de un plan de reforma agrícola que impulsa el Gobierno desde la Ley de Soberanía y Seguridad Alimentaria. Si bien en el escenario actual, hablar de soberanía alimentaria es más un deseo que una posibilidad, la implicación de autosuficiencia, dadas las condiciones materiales del sector productivo cubano, requeriría tomar medidas que propendieran por un verdadero robustecimiento del sector agrícola. Sin embargo, los planes de inversión conocidos demuestran que se privilegia el sector turístico en desmedro de los demás sectores. Y tiene sentido, si se tiene en cuenta que la mayor fuente de ingresos de Cuba proviene de este sector de servicios.
La dependencia de importaciones y la falta de reservas en divisas extranjeras hacen que el panorama macroeconómico de Cuba sea cada vez más complejo a la hora de abastecer los mercados. Para ilustrar este punto, basta con seguir las notas informativas oficiales del Ministerio de Comercio Interior para darse cuenta de los niveles de escasez a los que se ha llegado en materia de alimentos y de bienes de primera necesidad, tales como el jabón de tocador y el jabón de lavar. La escasez de café obliga a que el reparto de este alerimento por medio de la libreta sea diferido en algunas provincias. El arroz, en el mes de junio, será distribuido “de manera fraccionada” con pretensión de alcanzar a todas las provincias a fin de mes.
Esta situación de desabastecimiento afecta a todas las personas, pero con mayor impacto a las poblaciones en condiciones especiales o de necesidades particulares. Por ejemplo, las mujeres, como lo anota la investigadora principal, Nastassja Rojas, en su columna anterior, son las que terminan sacrificando su derecho a la alimentación para garantizar la adecuada nutrición de algún otro miembro de la familia. Son ellas, en gran parte de los casos, las que sacrifican su tiempo en las colas esperando conseguir algún tipo de alimento o producto sanitario, sea normado o no.
Los más afectados son los adultos mayores que tienen dificultades para conseguir sus alimentos y especialmente los productos de su dieta. Esto se debe en gran medida a la falta de ingresos, sumado al valor de las jubilaciones, que poco a poco han ido perdiendo poder adquisitivo y cada vez tienen menos capacidad de comprar productos de la canasta básica. El nuevo código de familias, como lo muestra Cuido60, transfiere a la familia los costos de sostenimiento de las personas mayores, haciendo más costoso adquirir bienes de primera necesidad. En este sentido, al abandonar este apoyo para las personas mayores, el Estado impone otra carga a los ingresos que ya no alcanzaban para llegar a fin de mes.
Todas estas movidas son esfuerzos desesperados por mantener una precaria estabilidad macroeconómica, duramente golpeada por los desastres naturales, los problemas de infraestructura y, además, por los recortes de ayuda internacional. En este aspecto, a la falta de insumos y de dineros provenientes de Rusia se le suma la reducción de diésel desde Venezuela. No solo falta el dinero para producir alimentos, sino que falta, además, energía eléctrica.
Se avecina la temporada de tormentas tropicales y huracanes en el mar caribe y en el océano atlántico y las condiciones de precariedad en infraestructura agravarían la situación alimentaria. No obstante, el Gobierno está haciendo ingentes esfuerzos en mantener el turismo a flote y, de manera simultánea, ejercer micro-opresiones para socavar cualquier intento de revuelta que en tiempos de escasez suele florecer.
C
C
omo lo anota la investigadora Claudia González, en su
Lea todas las columnas de German Quintero en Food Monitor Program AQUÍ