top of page

La crisis del gas licuado: desigualdad energética entre las provincias cubanas

31 de octubre de 2024

E

E

l acceso al gas licuado en Cuba ha sido un tema de gran 

gran relevancia durante los últimos tiempos. Su escasez resalta con mayor fuerza la desigualdad entre las diferentes regiones del país. Mientras que en La Habana la mayoría de los hogares de diversos barrios se benefician del “gas de la calle”, distribuido de manera continua y estable o con la restitución de una balita llena de forma más o menos seguida al acabarse, en las provincias y zonas periféricas como Artemisa, Mayabeque y Pinar del Río la realidad es completamente diferente. En estas áreas, las familias dependen de la compra de balitas de gas licuado, que se han vuelto no solo muy difíciles de adquirir, sino también prohibitivamente caras en el mercado negro.

Según lo analizado por el medio independiente El Toque, en los canales de Telegram de las empresas provinciales de Artemisa, Mayabeque y Pinar del Río, a finales del mes de septiembre se volvió a retomar la venta estatal de entre 100 y de 200 balitas al día por provincia. Esto representa aproximadamente unas 5 000 balitas por provincia al mes: un número demasiado bajo. Sin embargo, para las demás provincias no hay disponibilidad; crisis que ya abarca más de un mes. Como consecuencia, la venta en el mercado negro de balitas de gas licuado ha cobrado una fuerza nunca antes vista.

La Habana, como capital del país, ha sido tradicionalmente el foco de atención de los proyectos de infraestructura y distribución energética en Cuba, debido a su densidad poblacional e la importancia económica y política. Una de las mayores ventajas con las que cuentan muchos habaneros es el llamado “gas de la calle”: suministrado de manera directa a través de una red de tuberías subterráneas que alimenta gran parte de los hogares de la ciudad de manera constante. Este sistema es una solución eficaz que permite a las familias cocinar sin preocuparse por el agotamiento del suministro en varias zonas de la capital. La facilidad de acceso a este recurso ha dado a los habaneros una ventaja frente a los habitantes de otras provincias, sobre todo en momentos de crisis como los que se viven ahora.

Aun así, incluso dentro de La Habana, el acceso al gas de la calle no es universal. Aunque muchos barrios se benefician de este sistema, otros dependen, al igual que en las provincias, de las balitas de gas licuado. Estas últimas áreas, que incluyen barrios marginales y zonas rurales dentro de la propia provincia de La Habana, enfrentan dificultades similares a las del resto del país.

Por su parte, Granma —medio oficialista por antonomasia del país— afirma que hay una crisis de más de 30 días; lo cual afecta a un gran número de familias cubanas al tener que derivarse hacia la cocción de alimentos con medios eléctricos —otro servicio del Ministerio de Energía y Minas que también se encuentra afectado permanentemente.

En provincias como Artemisa, Mayabeque, Pinar del Río y otras zonas rurales cercanas a la capital, la dependencia del gas licuado es absoluta. Sin embargo, la adquisición de estas bombonas, de 10 o 20 kilogramos, que se compran en centros de distribución autorizados, se ha vuelto una tarea casi imposible para muchas familias, sobre todo durante septiembre y lo que va de octubre.

El desabastecimiento de balitas de gas licuado ha creado una situación crítica en estas provincias, donde las personas se enfrentan a largas colas, listas de espera interminables y precios exorbitantes en el mercado negro. En tiempos normales, una balita de 10 kg debería ser suficiente para un mes de cocina diaria en un hogar promedio; pero, con la escasez actual, las familias se ven obligadas a racionar su uso, lo que impacta directamente en su capacidad de preparar alimentos y mantener una vida normal.

Esto, sumado al problema de los apagones, que limita todavía más la capacidad de cocción, hace que muchas familias no puedan cocinar. A veces la solución ha sido cocinar con carbón, que ya parte de la población ha logrado establecer, de forma no placentera, como parte de su cotidianeidad.

El mercado informal de gas licuado ha crecido exponencialmente, con precios que superan con creces los precios regulados por el Estado. Mientras que el costo oficial de una balita de 10 kg es de alrededor de 110 CUP, el medio independiente Diario de Cuba recogía, en junio de 2024, cerca de 5 000 CUP por el mismo producto en el mercado negro. 

La falta de acceso al gas licuado no es solo un inconveniente logístico; también afecta directamente la alimentación y la salud de millones de cubanos. En un país donde la escasez de alimentos es ya un problema crónico, la imposibilidad de cocinar los pocos productos disponibles exacerba aún más la situación. Muchas familias, en las provincias más afectadas, dependen de productos básicos como arroz, frijoles y tubérculos, que requieren cocción prolongada. Pero, sin acceso a gas licuado se ven obligadas a consumir alimentos semi cocinados, lo que puede tener consecuencias graves para la salud, en especial en los niños, ancianos y personas con enfermedades crónicas.

Además, la falta de gas licuado está obligando a muchas familias a recurrir a alternativas peligrosas e insalubres para cocinar, como el uso de leña o carbón. Estas opciones no solo son ineficientes y difíciles de conseguir; sino también generan altos niveles de humo tóxico que puede causar problemas respiratorios graves, sobre todo en hogares pequeños y mal ventilados. Incluso, la Organización Mundial de la Salud ha advertido repetidamente sobre los peligros del uso de combustibles sólidos para cocinar, responsables de millones de muertes cada año en todo el mundo debido a enfermedades respiratorias. Sin embargo, ante la crisis de combustibles, las autoridades han optado por permitir a los particulares vender carbón, como comentara en su perfil de Facebook el periodista independiente José Luis Tan Estrada el 7 de octubre de 2024.

¿Hacia dónde mirar entonces?

La crisis del gas licuado en las provincias cubanas no tiene una solución fácil, pero existen algunas medidas que podrían mitigar sus efectos a largo plazo. En primer lugar, el gobierno cubano debe priorizar el abastecimiento de balitas de gas licuado a las zonas más afectadas, implementando un sistema de distribución más equitativo que no favorezca solo a la capital. Esto podría incluir el envío de balitas adicionales a las provincias periféricas y la creación de centros de distribución más accesibles.

A largo plazo, es fundamental que el Gobierno invierta en infraestructura energética en las provincias, con el objetivo de reducir la dependencia de las balitas de gas licuado. Esto podría incluir la expansión del sistema de “gas de la calle” a las ciudades y pueblos más grandes, o la implementación de programas de energías renovables que proporcionen una alternativa más sostenible al gas licuado.

Por lo pronto, solo se tienen pocas certezas: un buque con gas licuado llegará al oriente del país para su distribución, donde la situación es más tensa que en cualquier parte. No obstante, lo único cierto es que la carencia de gas licuado profundiza la crisis alimentaria y nutricional de los cubanos, sin que haya solución a corto plazo para los problemas energéticos de Cuba.

bottom of page