La Habana: palpando la escasez
Crónica I de un viaje
28 de junio de 2023
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legué a La Habana un sábado en la mañana. La primera
impresión que tuve fue de un país congelado en el tiempo. El aeropuerto, construido en 1930, tiene el aire de una edificación popular de estilo tardosoviético, por lo menos la terminal 3. Los protocolos de ingreso no son muy diferentes a los de otros aeropuertos, exceptuando el escaneo de las personas y los maletines, que son procesos propios de emigración. Ni en Bucarest me sentí en un aeropuerto dominado por un aire entre el brutalismo y la arquitectura del otro lado de la cortina de hierro.
Ese mismo día fuimos a conocer el centro de La Habana, el casco histórico. A la manera de los asentamientos costeros españoles, cuenta con fortificaciones del siglo XVII, plazas y parques adornados por iglesias. Comparada con Cartagena de Indias, en Colombia, y con San Agustín, en Estados Unidos, La Habana da cuenta de su importancia histórica por las dimensiones de las fortificaciones. La otra gran parte de la ciudad vieja, en cuanto a los sitios emblemáticos, es un recuerdo de la arquitectura neorrepublicana de inicios del siglo XX, francesa, pero con los toques propios de la interpretación estadounidense. El Capitolio es un “hermano” de su homólogo en Washington.
De profundo arraigo católico, la ciudad está plagada de iglesias de corte neogótico, neorrománico y de estilos inmediatamente posteriores. Dentro y fuera del casco antiguo, los edificios más prominentes son estos, eclipsados casi exclusivamente por los edificios monumentales de mediados del siglo XX y por las moles de concreto de inspiración soviética. La Habana contemporánea está a mitad de camino entre los estilos de construcción propios del sur del caribe y los estilos americanos de la primera mitad del siglo XX.
Los trazados viales cuentan la historia de prosperidad económica y de un proyecto ambicioso de modernización de la primera mitad del siglo pasado. Esta organización, ortogonal en gran parte de la ciudad, da cuenta de un proyecto racional, una planeación que buscó darles soluciones de movilidad y habitación a una de las entonces más prósperas ciudades de América Latina. Por sus grandes avenidas, en comparación con las que se encuentran en la mayoría de las ciudades hispanoamericanas, desfilan pocos autos de todas las épocas. Sin embargo, resaltan los autos americanos de 1940 y 1950, así como los Lada de las décadas de 1960, 1970 y 1980.
La preconcepción de la Cuba igualitaria se desdibuja al ver los contrastes de las diferentes zonas de la ciudad. Mientras que en las zonas cercanas al casco histórico se ven suntuosos hoteles, monumentales parques y emblemáticos edificios gubernamentales, también resaltan casas de estilo colonial y neorrepublicano, algunas de ellas en una grave situación de deterioro. Al occidente de La Habana Vieja, por la zona de Vedado, Playa y de Miramar hay una población particular. Hogar de las misiones diplomáticas, una pequeña porción de la población se mueve en automóviles de modelos recientes, de origen europeo y estadounidense, que circulan en una zona relativamente pequeña.
A pesar de la escasez de vehículos, pululan, guardando proporciones, las “motocicletas” o “bicicletas” eléctricas. Sin embargo, en comparación con otras ciudades del mundo, La Habana parece ser una ciudad silenciosa. Los lugares turísticos, muchos de ellos ubicados cerca de la Calle Obispo están, eso sí, concurridos. Cuando pasé, siempre hubo gente en La Bodeguita del Medio o en el Floridita. Pero, en muchas zonas del viejo casco, el panorama era completamente diferente. Incluso en lugares muy próximos a los sitios turísticos, adentrándose un par de calles o avenidas, el lugar parecía prácticamente deshabitado. Puede ser a causa de las altas temperaturas que, incluso para los locales, eran inclementes.
Las otras concentraciones se daban en las estaciones de bus donde, cada quién sabe cada cuánto tiempo pasaban las guaguas. Sin embargo, las más llamativas eran las colas que se formaban frente a los mercados, las bodegas y las tiendas en MLC. Algunas de estas colas podían ser inmensas, como las del Agua y Jabón, ubicado cerca de las Galerías el Paseo, que queda cerca del Malecón; o relativamente chicas, como las de las bodegas ubicadas en la Calle Gervasio, en el casco viejo, o en la calle 70 antes de llegar a la Avenida 19, por el municipio de Playa.
La comida no viaja es un dicho que hace alusión a que, aunque se usen los ingredientes adecuados, el contexto hace que el sabor de un plato típico sea único en su lugar de origen. Platos cubanos internacionalmente famosos, como la ropa vieja, le hacen ilusión al visitante. Sin embargo, la primera experiencia alimentaria en Cuba fue una sorpresa no del todo agradable. La carne de res, que es inalcanzable para la población cubana en general, tenía un gusto ferroso extraño. Al ser el primer plato que probábamos, aducimos que era una cuestión de condimento. Luego, en la noche, probamos otro plato con carne, con un gusto similar. El resquicio de sabor indica una mala cadena de frío. Nuestra preocupación fue, entonces, la inocuidad de los alimentos. Sumado a esto, hay una verdadera escasez de alimentos que es evidente incluso en el sector turístico. Comienza con pequeñas cosas: no hay kétchup (“si aquí no hay kétchup, en el resto debe estar peor”- nos confiesa un camarero), falta mostaza… y luego se vuelve, poco a poco, más evidente: conseguir un pomo de agua es un suplicio. Hay establecimientos que, a pesar de tener un menú variado, sólo ofrecen un plato: “solo tenemos hamburguesas de pollo”. La escasez en el sector turístico da cuenta de una situación compleja de disponibilidad de alimentos que, imagina uno, puede ser mucho peor para el resto de la población.
Mientras tanto, paseando se encuentran otro tipo de negocios, escasos en comparación con otros países, de pequeños propietarios. En general, estos negocios están relativamente mejor surtidos que otros establecimientos. El problema aquí no es de disponibilidad, sino de acceso. Un poco con ingenuidad, un poco con perspicacia, se les preguntan los precios de los alimentos a los pequeños propietarios, en pesos cubanos (CUP): una hogaza de pan, 420 CUP; una canasta de huevos (30), 1600 CUP; un pomo de agua pequeño (500 ml), entre 120 y 300 CUP. Teniendo en cuenta que los salarios en Cuba pueden ir desde 4250 CUP (~20 USD) hasta 10000 CUP (~50USD) aproximadamente, se entiende la magnitud de la limitación de acceso a los alimentos. Para una persona, o núcleo familiar, que se encuentra en el promedio más bajo de ingresos, una hogaza de pan representa el 10% de sus ingresos, un cartón de huevos casi el 40%. Es decir, muchos de estos precios están por fuera del alcance de la mayoría de la población cubana, hablando solamente de las personas de la capital.
La libreta de abastecimiento y las bodegas que distribuyen los productos normados, subsidiados por el Estado, ofrecen un huevo a 2.20 CUP, teniendo cada persona derecho a máximo 5 huevos al mes. Por hablar solamente de los huevos, una de las fuentes de proteína animal más accesible en el mundo, la ciudanía cubana de menor salario no puede garantizar su consumo durante dos semanas sin echar mano de otros ingresos. Asimismo, cabe decir que los anaqueles de las bodegas de productos normados están virtualmente vacíos. Mejor dicho, ni siquiera le está garantizado el consumo de huevos todos los meses. Esto se hace extensible a los productos cárnicos como el pollo y el cerdo, puesto que el consumo de res está prácticamente vedado para las personas del común.
Esta experiencia en la ciudad de La Habana estuvo llena de contrastes. Pasar de ver una arquitectura que narra, en silencio, un ayer grandioso y una potencialidad de bienestar material para toda la población cubana, a encontrarse con una realidad de deterioro en la calidad de vida de los habitantes, a los que les resulta prácticamente imposible el incluir la proteína de origen animal, tanto por disponibilidad y acceso. Vale, el embargo puede jugar un importante papel en el desabastecimiento. Pero, una tierra tan extensa, tan fértil, tan adecuada para poder producir bienes alimenticios de primera necesidad, ¿es verdaderamente causa del embargo? La inflación de precios y la escasez tienen en gran medida un origen en la gestión de los recursos internos del país que, en otras condiciones, estaría en una capacidad suficiente para tener algún margen importante de autosuficiencia. El problema no es la tierra, sino la gestión de la economía. El problema, en gran medida, está vinculado a las desatinadas políticas que el régimen ha implementado. Pero eso será materia de otra columna.