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Santiago de Cuba: “He trabajado toda la vida y no puedo comprarme ni un pan”

11 de junio de 2024

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l pan, con sus deficiencias e irregularidades, es un alimento casi 

imprescindible en la dieta del cubano de a pie. Precisamente, en muchos hogares la falta del pan de la cuota significa prescindir de una de las comidas del día. Ya fuera de boniato, calabaza o harina de maíz, lo cierto es que era una alternativa accesible ante las carencias alimentarias. Tras el retiro de la venta de este producto para la mayoría de la población por la libreta de abastecimiento y su encarecimiento en el mercado informal alcanzando el precio de hasta 30 pesos por unidad en Santiago de Cuba, ciudadanos reclaman que el producto es inaccesible para los sectores que más lo necesitan.

Carmen, vecina de Micro 3 en el reparto Abel Santamaría, ante la reciente inauguración de una panadería cercana explica:

Yo soy jubilada, comprar un pan solo para el desayuno me sale en 900 pesos y aún no he comprado un refresco o café para poder bajarlo. Considero que soy una persona que ha trabajado mucho para al final de mi vida no poder permitirme ni comprar un pan. Es muy triste pero no solo me siento vulnerable, también estoy abandonada

Como señalan los vecinos de la capital del oriente cubano, varios años atrás la Empresa Cubana del Pan comercializaba varios productos accesibles de calidad aceptable como galletas saladas y dulces, pan de corteza dura, pan de telera e incluso algunos productos de repostería. Sin embargo, tras el reordenamiento monetario y la pandemia de Covid19, estos artículos desaparecieron de las ofertas para solo volver en fechas señaladas como el 26 de julio y el 1ero de mayo o cuando algún dirigente está de visita.

Hoy Santiago de Cuba, que es además la segunda mayor provincia en densidad poblacional del país recibe solo 60 toneladas de harina al mes para producción exclusiva de pan; una cifra inferior a la demanda del territorio y que mes a mes se ha reducido con los años. Esta asignación se destina en gran parte a la venta para los casos vulnerables por un precio de 15 pesos por pieza y un límite de tres ejemplares por núcleo familiar.   

Esta situación es más acuciante cuando salimos de la urbe santiaguera y nos dirigimos a los municipios lejanos o a las poblaciones enclavadas en la Sierra Maestra. En estos territorios incide además la escasez de combustible, por lo que la venta del pan a los establecimientos estatales es mucho menos frecuente.

Yamilet, madre de cuatro pequeños en edad escolar y residente en la comunidad rural de Río Verde, nos comenta que:

Nosotros fuimos considerados para familia vulnerable, pero es que en nuestra zona el pan casi nunca llega por el tema del transporte y no se puede contar con el. Para las meriendas de los niños tengo que inventar de todo: boniato asado, fongo hervido con sal e incluso casabe. He planteado varias veces mi situación, pero no veo resultados que me ayuden.

Desde los medios oficiales se continúa achacando la situación a la inestabilidad en la producción interna debido a la falta de materia prima y fluido eléctrico. No obstante, la población santiaguera también señala la elevada corrupción e irresponsabilidad de muchos de los implicados en la regulación y distribución del alimento, así como la ineficacia del sistema de subsidio a los casos vulnerables como otros importantes factores que componen esta problemática.

Hay semanas que no se produce pan y tampoco se entrega en retroactivo, para la panadería es como si estos días no existieran. Para mí la venta de pan por la libreta es más una cuestión obsoleta, lo que deben es ya dejar todas las panaderías en manos de particulares que venden caro, pero al menos siempre tienen pan -nos señala una persona mayor en medio de una cola junto a una panadería.

Hace poco comenzó la venta de pan y ya la cola lleva bastante tiempo pues mucho antes se corrió la voz en el vecindario de que había entrado el producto a la panadería. Muchos son los que reclaman la entrada del sector privado para hacerse cargo de las panaderías, pero otros ven con preocupación que esto genere aún más dificultad para conseguir el pan a un precio asequible a sus condiciones económicas. Indudablemente, estas no son preocupaciones infundadas si tenemos en cuenta el nivel de precariedad de la vida de miles de familias en esta provincia en particular y en toda Cuba en general.

Eso de vender pan solo a niños o ancianos no puede seguir, en este país todos somos vulnerables y necesitamos comprar el pan. A mis cuarenta años de vida y casi 20 de trabajo no puedo costearme el pan de los particulares- comenta también otra persona de la cola.

En muchas otras colas como esta, familias vulnerables de todo el país, las reconocidas por el gobierno y las que no, esperan el pan como maná del cielo. Ya no como un alimento que les guste o que satisfaga las necesidades nutricionales de un ser humano promedio; sino como algo que sacie el hambre al menos por un tiempo. Por ello convendría preguntarse de nuevo ¿quiénes son vulnerables? Porque a este paso, poco a poco todo el país entrará en esa categoría y ya está claro que el pan no alcanza para todos.

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