Varadero Gourmet: un festival de contrastes en una Cuba hambrienta
10 de octubre de 2024
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l 11 de septiembre de 2024, la localidad de Varadero, en la
provincia de Matanzas, uno de los principales polos turísticos de Cuba, fue testigo del inicio del Festival Varadero Gourmet, un evento que celebra lo mejor de la gastronomía cubana e internacional. En cualquier otro contexto, una fiesta dedicada a la buena comida sería una oportunidad para apreciar la cultura culinaria y atraer turistas. Sin embargo, el festival se celebra en un momento en que Cuba enfrenta una de sus peores crisis alimentarias en décadas, con largas colas para conseguir alimentos básicos, una inflación descontrolada y una profunda escasez que afecta a la mayoría de los cubanos.
Este contraste entre la ostentación gastronómica en un enclave turístico exclusivo y la creciente desesperación del pueblo cubano genera una controversia exacerbada. Analizando su simbolismo, Varadero Gourmet refleja las dinámicas de poder en juego y la desconexión entre las élites gobernantes y la realidad cotidiana del pueblo cubano.
Es fundamental entender el contexto alimentario actual en Cuba. La Isla ha estado luchando durante años con problemas estructurales en su economía que afectan directamente la producción y distribución de alimentos. Desde la caída de la Unión Soviética, que marcó el inicio del Período Especial, el país ha enfrentado dificultades económicas que se reflejan en la escasez de alimentos, productos básicos y medicinas. En los últimos años, esta situación se ha agravado debido a una combinación de factores: el recrudecimiento del embargo estadounidense, la ineficiencia del modelo de planificación centralizada y los efectos devastadores de la pandemia de covid-19.
El impacto de estos factores en la vida diaria de los cubanos es incuestionable. Las tiendas desabastecidas, las largas filas para obtener productos subsidiados y la necesidad de recurrir al mercado negro se han convertido en la norma. La inflación alimentaria ha alcanzado niveles históricos, con productos como el arroz, el pollo y el aceite de cocina siendo prácticamente inaccesibles para muchos. Dentro de este escenario, en la misma semana que se desarrolla el Festival, el Gobierno oficializó la disminución del gramaje del pan de la canasta básica por la baja disposición de harina en el país. Por ello, para los cubanos de a pie, esta celebración no es solo una afrenta, sino una demostración del abismo que separa a las élites de la población.
El Festival Varadero Gourmet, que se lleva a cabo en uno de los destinos turísticos más lujosos de Cuba, es organizado por empresas estatales de ese sector y por socios internacionales. Durante el evento, chefs reconocidos, sumilleres y expertos en alimentos se reúnen para ofrecer talleres, catas de vino, demostraciones de cocina y cenas exclusivas. Es una ocasión donde se exhibe lo mejor de la cocina cubana, desde platos tradicionales reinterpretados hasta la inclusión de ingredientes importados y de lujo.
Sin embargo, lo que para los organizadores es una oportunidad para promover el turismo de alto nivel y atraer inversión extranjera, para muchos cubanos representa una burla a sus necesidades más básicas. Mientras los chefs preparan festines que incluyen mariscos, carnes exóticas y vinos de alta gama, en otras partes de la isla las familias luchan por conseguir una simple libra de arroz, un litro de leche o llevan semanas esperando los alimentos subsidiados por la libreta de abastecimiento. Precisamente, la revista sobre turismo MásCuba elogió al grupo empresarial estatal Cubanacán por sus resultados en dicho evento. En su nota, señalan la variedad de servicios especializados culinarios, maridaje, postres, entrantes y coctelería, cuando, en contraste, la mayoría de las familias cubanas solo conocen un plato principal al día y, muchas, ni siquiera.
El Varadero Gourmet no solo pone en evidencia la disparidad en el acceso a alimentos, sino también las profundas desigualdades que existen dentro de la sociedad cubana actual. Desde el inicio de las reformas económicas en la última década, que incluyeron la apertura del mercado a emprendimientos privados y una mayor liberalización del turismo, ha surgido una clase emergente de empresarios, funcionarios y personas con acceso a divisas que disfrutan de un nivel de vida muy superior al de la mayoría de la población.
crédito de foto: Diario de Cuba
Aunque una parte de la sociedad puede permitirse asistir a eventos como este y consumir productos de lujo, la gran mayoría vive al borde de la pobreza, dependiendo de la libreta de abastecimiento para acceder a alimentos subsidiados que rara vez alcanzan para todo el mes. Para colmo, uno de los alimentos “subsidiados” que escasea es el café; sin embargo, en el Festival hubo varios puestos para exposición y venta de café, y la empresa estatal cubana CubaCafé hizo eco de su experiencia en la red social Facebook. Por tanto, la crisis es solo para el pueblo, pues el turismo debe ver la hipotética bonanza de los cafetales cubanos.
Esta dualidad en el acceso a bienes básicos no es solo económica, también tiene un componente político. Los funcionarios del gobierno y sus familias, así como aquellos que tienen conexiones con el turismo o el sector privado, son los mayores beneficiados de este sistema, lo que genera un creciente resentimiento entre la población.
A pesar de que el gobierno cubano prometió un sistema equitativo donde todos tuvieran acceso a lo básico, la distribución de alimentos siempre ha sido un desafío. La libreta de abastecimiento, implementada desde inicios de la década de 1960, fue vista en su momento como una solución temporal, pero ha perdurado hasta el día de hoy, reflejando la incapacidad del sistema para satisfacer las necesidades alimentarias de la población.
Con el paso del tiempo, el discurso oficial ha vinculado la escasez de alimentos con el embargo estadounidense e ignorado las ineficiencias internas que agravan el problema. La agricultura cubana, a pesar de contar con suelos fértiles y un clima favorable, ha sufrido por falta de inversión, mala planificación y dependencia de importaciones. Sin embargo, eventos como Varadero Gourmet parecen estar dirigidos a mantener la imagen de Cuba como un destino turístico exótico y de lujo, donde los visitantes pueden disfrutar de placeres culinarios inaccesibles para los locales y de los cuales la televisión cubana hace eco de ellos como si fuese un mérito.
En este contexto, la alimentación se convierte no solo en una cuestión de supervivencia, sino en una herramienta política y un símbolo de las desigualdades estructurales del país. El festival gourmet, aunque presentado como un escaparate del potencial gastronómico de Cuba, también es un recordatorio de las disparidades que caracterizan la vida en la isla.
Esto se debe, en parte, a que la economía cubana ha dependido del turismo durante décadas, especialmente tras la apertura en los años 90. Este ramo ha sido visto como una vía rápida para generar divisas y aliviar la crisis económica, si bien ha tenido efectos colaterales significativos. Entre ellos, la creciente dependencia de importaciones de alimentos para abastecer a los hoteles y restaurantes que atienden a los turistas, mientras la producción nacional se ha estancado e, incluso, disminuido.
El Varadero Gourmet es un ejemplo claro de esta paradoja al promocionarse como un evento que celebra la cultura alimentaria de Cuba cuando, en realidad, gran parte de los productos utilizados en los menús de los hoteles y restaurantes de lujo provienen del extranjero. Esto plantea una pregunta crucial: ¿qué significa realmente “soberanía alimentaria” en un país donde los alimentos básicos están racionados y los productos de lujo son importados para atender a una élite extranjera?
Este modelo de dependencia del turismo y de productos alimentarios importados no solo es insostenible a largo plazo, sino también agrava las tensiones internas. Si bien el turismo ha sido una fuente importante de ingresos, ha contribuido a profundizar las desigualdades económicas y a crear una economía dual donde lo que se ofrece a los turistas no está disponible para los cubanos.
En una nación donde la comida es escasa y el acceso a productos básicos se ha convertido en un privilegio, la celebración de un festival de lujo gastronómico no puede ser vista solo como un evento aislado. Es una declaración sobre quién tiene acceso a los recursos y quién queda relegado a las migajas.