Angélica Lescaylle y la sobrevivencia
Angélica Lescaylle es una mujer de 64 años que reside en una modesta casa a las afueras de la ciudad de La Habana. Desde muy joven trabajó como costurera tanto en el sector estatal como “cociendo para la calle”. De esta manera podía compensar el bajo monto de su salario, pero con el paso de los años, su vista se deterioró hasta el punto de impedirle realizar su oficio.
Ahora subsiste solo con la pensión de jubilada, lo que ha convertido su vida en una lucha diaria por la supervivencia. Con un ingreso mensual cercano a los 1500 pesos (unos 5 dólares al cambio), Angélica debe ingeniárselas para cubrir sus necesidades básicas. En medio de estas adversidades, ha encontrado una fuente de sustento en una gallina de la que recibe huevos casi todos los días.
"Con los huevos que me da mi gallinita, puedo hacer tortillas o cocinarlos hervidos. Es una bendición tenerla", comenta Angélica. "No es fácil, pero al menos sé que tengo algo seguro para comer cada día. Y mira que a mí nunca me gustó criar animales, pero ahora lo hago para sobrevivir."
Sin embargo, alimentar a la gallina no es tarea fácil. Angélica no tiene pienso para darle, así que la alimenta con lo que puede encontrar, a veces incluso compartiendo su propia comida. "Le doy un poco de arroz, chícharo, lo que tenga a mano. A veces hasta le doy de mi comida, porque no quiero que pase hambre. Además, cuando los pollos no comen bien, no ponen huevos. Y si no ponen huevos, entonces uno no come tampoco", explica Angélica mientras muestra los dos pequeños huevos de turno de su gallina.
La situación de Angélica es representativa de lo que sufren los cubanos de escasos recursos para conseguir alimentos. Los productos de la canasta básica son insuficientes y de baja calidad, y los precios en el mercado negro son exorbitantes. Quizás el ejemplo más claro sea el mismo huevo, que como producto ha alcanzado precios completamente inalcanzables para un adulto mayor jubilado, pues un cartón puede costar entre 2400 y 2600 pesos, casi el doble de una pensión mensual.
"Con mi chequera no puedo pagarme una libra de carne, ni pescado o picadillo; todo es demasiado caro y vivo sola, así que nadie me ayuda, ni siquiera el gobierno. A veces me pregunto cómo hemos llegado a este punto, donde lo básico se ha vuelto un lujo. Pero sigo adelante, porque no me queda otra. Tengo fe en que algún día las cosas mejorarán."
La historia de Angélica es el reflejo de la dura realidad que enfrentan muchos cubanos en la actualidad. La crisis económica ha exacerbado las dificultades diarias, y la falta de apoyo gubernamental ha dejado a muchos ciudadanos en una situación de vulnerabilidad extrema. La inflación galopante y la escasez de productos básicos han convertido la supervivencia en un desafío constante, donde cada día es una lucha por conseguir lo esencial.
Sin un cambio significativo, la esperanza de una vida digna seguirá siendo un sueño lejano para muchos cubanos como Angélica. La resiliencia de personas como ella es admirable, pero ni su gallina pone “huevos de oro”, ni depender de la suerte debería ser la única herramienta para enfrentar una crisis que requiere soluciones estructurales y un compromiso real con el bienestar de la población.