La familia de Idalmis: evidencias del desamparo rural
En un punto apartado dentro de la vasta geografía de la provincia de Camagüey, a unos pocos kilómetros del poblado de Jaronú, vive esta familia cubana compuesta por cuatro miembros (padre, madre y dos hijos varones) en unas condiciones precarias, sin acceso a agua corriente, electricidad, sistema de evacuación de aguas negras ni otros servicios básicos indispensables para la vida moderna.
La madre, Idalmis, asistió a la educación especial en el pasado y no terminó el 12 grado. Sus problemas cognitivos no le han impedido criar una familia y sostenerla contra viento y marea en estos tiempos de crisis estructural y profundo daño antropológico que vive el pueblo de Cuba. Su esposo, el padre de los dos niños, trabaja como campesino y provee la mayor parte del sustento económico de la familia. El menor de los niños también necesita educación especial según la propia Idalmis, pero aun no recibe la matrícula. Mientras tanto él, como el resto de la familia, tiene responsabilidades en la manutención del hogar: durante el día suele vender los aguacates que se dan en la parcela de tierra de la casa. Aunque está situada al lado de una carretera, al no ser una vía principal, carece del flujo necesario de vehículos y por tanto de clientes. Por ello, esta venta genera pocos ingresos, los cuales pueden oscilar entre 300 y 700 pesos cuando hay aguacate maduro para vender, cosa que ocurre unas dos o tres veces por semana.
El mayor de los niños ayuda en todas las otras tareas y sirve de sustituto del padre cuando este está trabajando o cuando está enfermo. Este último es el caso durante nuestra visita: el padre se encuentra convalesciente de un virus respitatorio no diagnosticado, producto de la lejanía del policlínico local de su lugar de residencia y la falta de medios de transporte.
De igual manera que en la mayoría de los hogares cubanos, el principal problema que enfrenta el hogar de Idalmis está relacionado con la falta de acceso a los alimentos y la pobre infraestructura que tiene para procesarlos. Al no tener electricidad no vale la pena la posesión de electrodomésticos. La falta de refrigerador impide almacenar correctamente los alimentos, que son procesados hasta cierto punto con los rústicos utensilios de cocina.
La humildad de su vivienda y de su familia contrasta con su educación formal y la de sus hijos. Idalmis comentaba que sentía un poco de pena no tener nada que brindar al visitante, lo cual no era costumbre en su familia. Al llegar a su vivienda el único alimento que tenían disponible eran hojas y cáscaras de naranja para hacer infusión endulzada con miel de abejas en sustitución del azúcar, que escasea mucho en la zona.
Su fogón es de leña y se encuentra en el exterior de la vivienda, aunque su locación evita mayor inhalación de combustible sólido, la cocción de los alimentos se dificulta en la noche o cuando llueve. El proceso de encendido y limpieza del fogón de leña puede tardar hasta 20 minutos y más, cuando la leña está mojada. Como es difícil controlar la intensidad de la llama, hay elaboraciones que no se pueden hacer. Al carecer de otras fuentes de cocción, deben asegurarse un suministro permanente de leña seca, lista para usar.
Nos comenta que el hollín de la madera carbonizada se pega a todo en su casa, desde sus manos y el cabello hasta las pocas piezas de vestuario con que cuenta la familia. Su vajilla es de plástico, sencilla y básica. No posee fregadero, meseta, ni lavamanos.
La única fuente de agua potable de que disponen es un pozo localizado a unos metros de la cocina. Ella precisa de la ayuda de su hijo mayor para acarrear el agua para el aseo y la cocción de los alimentos; es agua relativamente fresca pero en los meses de verano se calienta muy rápido, incluso en la sombra, debajo de la parte techada de la casita de madera. Su modesta vivienda está construida mayormente de tablas y tejas. Una de las paredes de carga de la cocina es de ladrillos y adobe, así como dos de las paredes del baño. El piso de la casa es de cemento pulido en la sala y los cuartos, y lajas de piedra adosadas en la cocina.
Con respecto al abastecimiento normado de productos Idalmis nos explica que solo uno de los niños está inscrito en la libreta de abastecimiento, problemas burocráticos ajenos a su voluntad le han impedido anotar al resto de la familia por lo que recibe solo una fracción de lo que debería recibir por parte del Estado de acuerdo a la ley.
Producto de la precariedad material en la que viven, Idalmis y su familia han debido buscar alternativas para la alimentación familiar, que va desde recolectar cuanto producto comestible crezca en los alrededores de su vivienda hasta recurrir al trueque (con los aguacates que crecen en su patio en la estación de cosecha) y otras estrategias. Por ejemplo, más apartado de la vivienda poseen un artefacto rústico muy simple para elaborar guarapo. Este consiste en un tronco de palma cercenado con un agujero en su parte superior donde se coloca un mazo de madera sólida que sirve para comprimir la caña y extraer el jugo, el cual, según me cuenta, es en ocasiones una de las pocas cosas que ingieren durante el día hasta la cena de la noche.
Hasta el momento no han recibido ninguna ayuda a pesar de haberla solicitado en varias ocasiones: “nadie ha venido nunca por aquí”, comenta con visible descontento. Ella y su esposo están pensando en vender la pequeña propiedad y regresar a su tierra natal que es Santiago de Cuba, lo cual no está exento de problemas y resulta un motivo de estrés y de incertidumbre para la familia. Piensan que con suerte podrían obtener hasta sesenta mil pesos cubanos por la casita junto a su pequeña parcela de tierra, lo cual representa en el mercado informal cambiario unos 180 dólares (USD).
Seguir viviendo en estas condiciones les resulta insostenible, se sienten desamparados y olvidados, sin embargo pocas opciones les quedan. Regresar a Santiago sería un proceso caro y arriesgado. La situación de Idalmis y su familia contrasta de manera notable con la retórica oficialista de que en el país nadie quedará desamparado. Ella misma nos comenta que su caso no es único en la zona y que existen otras familias en situaciones incluso peores.