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Ivón y la bodeguera

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Ivón es una señora de 69 años. Se retiró una vez cuando cumplió los 60 años, pero volvió a trabajar porque no le alcanzaba el dinero del retiro luego del ordenamiento monetario. Ivón es enfermera de profesión, ahora hace mandados, revende cigarros, pero mayoritariamente lleva los datos de entrada y salida de una escuela primaria. Este trabajo le ocupa el día entero a Ivón. Sale temprano de su casa y llega a las 7 y 30 de la mañana a la escuela lista para trabajar.

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Una persona como ella necesita de los mandados y las ofertas de la libreta de abastecimiento. Con sus dos entradas monetarias no llega ni siquiera a los 5000 pesos cubanos. Ivón nunca ha entrado a una tienda MLC o comprado en una Mipyme. Ella siempre acude a los mandados, pero por su cuenta, no tiene mensajeros.

Al principio de empezar su nuevo trabajo, aunque volviera tarde de la escuela, siempre le daba tiempo llegar a casa, darse un baño, coger el pan y los mandados que hubieran llegado. Pero ahora, la bodeguera es otra.

Con la nueva bodeguera, siempre hay un problema. Llega a las 8 am y por ende Ivón ya está en su trabajo y cierra las 5 pm. “Siempre se va temprano y cuando le reclamas, si de casualidad la vez, te dice que no despacha ya, que vuelva mañana”, afirma Ivón.

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Varios vecinos se quejan, porque siempre la bodeguera intenta dar de menos: juega con la pesa, y no avisa cuando llegan los chicharos y el café, posiblemente por si llega el fin de mes, desaparezcan mágicamente. Ivón no recibe su pan de la cuota hace más de dos semanas, solo el sábado porque descansa. La nueva bodeguera siempre dice que se acabó, y que al otro día no puede darle ni doble ni uno ni nada. Ivón no se lo cree, varios vecinos han visto a la bodeguera darle una jaba con varios panes, posiblemente los panes de los rezagados, a un hombre que viene en bicicleta todos los días sobre las 4 y media de la tarde.

Claramente no hay, ya dejaron de estar en la bodega. La frase de la bodeguera es siempre para Ivón la misma: “Si no alcanza, no alcanza”.

Ivón no tiene malicia, ella piensa que reclamarle o decirle algo al jefe de sector sería peor, que ahí ni café ni azúcar coge. Los adultos mayores muchas veces pagan injustamente el precio de la necesidad de otros. Ivón de vez en cuando para desayunar compra una jaba de pan suave a los vendedores ambulantes que dura una semana. Su valor supone un por ciento mensual importante de su salario mucho para Ivón, pero ella necesita llevarse a la boca algo, antes de irse al trabajo.

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