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Daniela, de socióloga a mesera

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Daniela es una joven licenciada en Sociología que, como muchos en su generación, dejaron de lado la licenciatura como profesión para trabajar en establecimientos particulares por una suma económica mucho más rentable. Pocos quieren trabajarle al estado, afirma. Daniela ha trabajado en varios establecimientos de servicios como restaurantes y cafeterías, y desde hace seis meses trabaja en el mismo lugar: un restaurante en San Antonio de los Baños a las afueras de la Habana. 

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Los precios en este sitio son bastante altos, según cree ella. Los bolsillos de todos no están preparados para una cena acá, asevera. Este restaurante tiene dos cartas, una, la normal, que muestra lo que se vende de forma cotidiana a los clientes, y otra, la especial, que tiene todo tipo de carnes raras al paladar de un cubano de a pie. Pero esa carta no está impresa, es un papelito que solo ponen en la mesa de aquellos que parecieran tener más dinero que los demás. 

Daniela sabe que si esa “carta” se hiciera oficial cerrarían el negocio. Ella misma ha tenido disputas con el administrador del local sobre precios exagerados, sobre la mala calidad de algunos productos y situaciones similares. Ella nunca lo dice para ganar más o buscar un beneficio sino para mejorar la calidad del servicio, ese es su trabajo y considera que también es su imagen la que está en juego. 

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El administrador siempre ha visto a Daniela como un problema, la llama “sindicalista” a modo de broma porque siempre anda metida en cuestiones “ajenas” a solo servir mesas. Daniela considera que hoy fue su último día de trabajo, el administrador le dijo que al otro día, cuando fuese a trabajar, que fuera media hora más temprano para hablar con ella un asunto pendiente. Daniela había hecho horas extras (cosa que nunca hace) y decidió recoger unas sobras para los animales de su casa. Ella creyó que esto no era ningún problema porque ella creyó que las sobras se iban a botar. Cuando el encargado la vio, le preguntó seriamente que a dónde iba con la comida de “mañana”.

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Daniela explotó:  es imposible que se use comida manoseada para los clientes del día posterior, señaló. El administrado le dijo que sin esa comida ella cobraría mil pesos menos cada día. Daniela dejó las bolsas con comida en una esquina de la cocina y se marchó diciendo que ojalá eso fuera para el cesto de la basura, que no quería saber más sobre el tema. 

Aunque raro, el caso de esta joven no es único. En un momento donde la crisis alimentaria es tan grande que importa más el dinero que la calidad del producto, los servicios o la higiene incluso, cualquier denuncia es necesaria. La sociedad cubana vive tiempos de crisis y cada fenómeno así es uno más de la cadena de sucesos de este deterioro. 

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