Solo me queda sobrevivir y esperar a que alguien tenga misericordia de mí
Mi nombre es José Luis Alfonso Sanabria, vivo en la comunidad de Chirigota, un poblado ubicado a las afueras del municipio San Cristóbal, Artemisa. Tengo 57 años de edad y padezco de diabetes tipo II, enfermedad por la cual me fueron amputados tres dedos de una de mis piernas. La mayoría de las personas en Chirigota viven del cultivo de la caña de azúcar, la siembra de alimentos de ciclos cortos o trabajan en la fábrica de asfalto cercana a la comunidad. Estas son actividades que no puede realizar, ya que desde la amputación necesito valerme de muletas para poder caminar. Mi salud me impide el acceso a un trabajo digno que me permita solventar mis necesidades económicas.
Desde el fallecimiento de mi padre vivo solo, en la casa que obtuve como herencia. Recibo una pensión de 1092.00 pesos cubanos como asistencia social. De ese salario destino unos 600 pesos para la compra de un saco de carbón , que alterno con leña seca, para cocinar los alimentos y calentar el agua con la que me baño durante todo el mes. Además, destino otra parte a la compra de la canasta familiar normada, que al dejar de ser subsidiada por el gobierno tiene un costo aproximado de 200 pesos. Debo pagar los medicamentos que necesito, mientras que el resto de su pensión lo destino al pago de los módulos que me proporcionan por la circunscripción. Aunque no siempre puedo pagarlos por completo, a veces me tengo que decantar entre productos de higiene: detergente, jabón de baño, pasta de dientes o alimentos como el pollo, perros calientes o picadillo.
Cumplí una condena de ocho años de privación de libertad, me fue imputado un delito de hurto y sacrificio de ganado, sin embargo fui condenado en un proceso injusto, sin pruebas suficientes. Durante el tiempo en prisión mi estado de salud se deterioró notablemente y actualmente arrastro padecimientos como gastritis, debido a la pésima condición de la alimentación carcelaria.
Como diabético debería hacer seis comidas al día, es un régimen que requiere de aumentar la frecuencia de las comidas y disminuir las cantidades. Los alimentos no deben contener azúcar o carbohidratos, por lo que se debe fomentar el consumo de frutas y vegetales. Esta dieta no la puedo adquiriri si no es por la benevolencia de alguno de mis vecinos, de otro modo no puedo pagar estos productos.
Desde el mes de enero de 2022 la distribución por dieta médica de leche descremada en polvo fue suspendida. Actualmente vivo de los productos de la canasta familiar normada, el resto del tiempo de la caridad de los vecinos. Algunos de ellos me permiten hacer trabajos leves de jardinería u otras funciones, a cambio de un plato de comida.
Para suplir necesidades básicas, de movimiento, debo valerme también de los vecinos, a ellos recurreo para la compra de los mandados, para pedir préstamos o para trasladarme hasta una consulta médica.
Me siento en un estado de desprotección total, a menudo me descompenso de mi padecimiento, pues con la situación que tengo, elegir lo que como es un lujo que no me puedo dar, por eso agradezco los días en que puedo hacer las dos comidas fundamentales, el resto del tiempo intento controlar mis crisis para no parar en el hospital.
Luego de la muerte de mi padre solicité a los servicios sociales poder quedarme también con la pensión del fallecido, con el objetivo de juntar un poco más de dinero para la compra de alimentos, cada día más caros y escasos, sin embargo solo recibí la visita de una trabajadora social para verificar si realmente era merecedor de la pensión que ya tenía. Pedí también que me proporcionaran un contrato de gas manufacturado, a través de los cilindros, pues tengo un fogón viejo que puedo arreglar y así me ahorraría el gasto que representa la compra de carbón, pero me dijeron que en el municipio no cuentan con cilindros suficientes para firmar nuevos contratos, por tanto solo me queda sobrevivir como puedo y esperar a que alguien tenga misericordia de mí y atienda su situación .